miércoles, 8 de julio de 2009

Regañón cara de melón


Durante los últimos años que he estado yendo a la piscina que fue mi segundo hogar en los veranos desde que tengo memoria, siempre he pensado que las cosas han cambiado mucho. No sólo la apariencia del polideportivo, sino también la gente (ahora voy en solitario con un libro, esporádicamente, y ya tan sólo conozco al grupo de mujeres que toman el sol o charlan en la sombra en SU rincón del recinto).

Sin embargo, hay cosas que no cambian. El Señor Regañón no ha cambiado nada. Mismo pelo semi-rizado, misma braga náutica. El Señor Regañón cree que tiene el derecho y el deber de reprender con duras palabras a cualquiera que incumpla alguna norma de la piscina. Este hombre acechaba desde el agua o tras el seto y luego perseguía a los niños que corrían por el borde de la piscina, se tiraban en bomba o pisaban el césped con zapatillas, para reprobar sus acciones. Esta mañana mismo lo he vuelto a ver, amenazando a un chica de unos 20 años con darle un mamporro (literalmente) si la volvía a ver pisando el césped con zapatillas.

Entonces pienso: está bien que todos respetemos unas normas de convivencia, pero, ¿está bien que una persona cualquiera asuma el rol de señalar las malas acciones de los demás? Y si al menos lo hiciera de una manera amable...

Quizás ésta es su forma de sentirse importante, de tener una misión en la vida. Quizás el propio Regañón está luchando por desembarazarse de la losa que su papel conlleva, pero son tantos años ya en el oficio que no es tan fácil... No sé. Lo que sí sé, dejando aparte si es moral o no, es que nunca me ha gustado el Señor Regañón.

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