lunes, 20 de julio de 2009

Cutreces made in Spain

Qué bien. Ya están terminadas las obras del bar. Sólo quedan los últimos detalles. Ya únicamente me falta poner el cerrojo en la puerta del aseo de chicas. Muy bien... aquí van unas vueltas con el destornillador... jeje, vaya nombre, yo le hubiera puesto "atornillador", porque sirve para atornillar antes que para desatornillar... Vuelta, vuelta, vuelta... ¡Perfecto!




Abierto y...


¡Chas!



(Fotos de cosecha propia tomadas en un bar de Huertas)

viernes, 17 de julio de 2009

Gente. Niños "espabilaos"

Como una viejecita cascarrabias, diré (con voz quebrada): los niños de ahora no son como los de antes... En mi niñez esas cosas no se cantaban.

Una mañana ociosa en la que bicicleteaba por un agradable parque de mi localidad, me crucé con un un grupo de estudiantes de colegio de en torno a siete años de edad que caminaban en procesión detrás de su profesor. Una excursión didáctico-lúdica. Cantaban todos, repitiendo lo que el maestro voceaba: "¡un, dos, tres cuatro!"

Hasta ahí todo normal. La sorpresa llegó cuando el profesor dejó de cantar y los niños comenzaron a interpretar su propia canción:

"¡Alcohooool, alcohooool, alcohol-alcohol-alcohoooool!
¡Hemos venido a emborracharnos...!"
Angelicos. Anonadada me hallo.

martes, 14 de julio de 2009

¿Cómo alargar la hora del café?


He creado un método patentado para alargar la hora del café sin alterar la continuidad espacio-tiempo.


Para empezar, se precisa definir cuánto tiempo implica "la hora del café". Se podría pensar erróneamente, como el nombre indica, que es un hora. Esto es incorrecto. No es aceptado por nadie que la hora del café dure de tres a cuatro o de cinco a seis. Eso sería una locura. La hora del café dura desde que preparamos el café (o nos es servido), hasta que damos el último sorbo o, en su defecto, hasta que lo dan todos los asistentes a la ceremonia. Terminada la cafeínica bebida, se suele desvanecer la razón de tal acto y comienza a surgir la necesidad de quehacererear (la labor de atender los quehaceres).


Ahora bien, ¿cómo prolongar dicho periodo de relax, de charla coleguera, de conversación con un libro o revista o de embobamiento televisivo? Existen algunos virtuosos del arte de alargar este ritual que defienden que la manera más efectiva, sin alterar la tradición cafetera, es tomar la bebida a pequeños sorbos. Otros sostienen que lo mejor es ir mojando galletas en el líquido hasta que éste se extinga. Yo propongo una técnica más novedosa, de inspiración danesa, aplicable preferiblemente en casa y no indicada para los más puristas.


En Dinamarca aprendí que se puede beber un vaso de café hasta arriba sin leche ni azúcar. Eso sí, la concentración de café por litro de agua es mucho menor que a la que estamos acostumbrados más al sur. Desde mi época danesa, el café con leche tradicional me sabe demasiado dulce y demasiado pesado como para tomarlo después de la comida. Sin embargo, con la cafetera convencional, atendiendo los gustos de los demás cohabitantes de la casa, no se consigue el resultado que yo deseo. Así pues, mi método consite en añadir agua al concentrado de café hasta alcanzar la translucidez requerida. Además, en verano es ideal para tomarse un vaso fresquito sin necesidad de añadir hielo.


¿Y cómo se relaciona esto con el alargamiento de la hora del café? Es sencillo. A medida que va menguando la cantidad de líquido, se va añadiendo agua. Se notará que va aumentando la transparencia del brebaje, hasta que se asemeje en apariencia a un té más que a un café. El proceso puede repetirse indefinidamente.


Precaución: por prolongamiento excesivo del proceso, no fusionar la hora del café con la hora del agua.


(Nota de la autora: ¿por qué hacer las cosas como nos son impuestas sin darnos cuenta y no como nos apetece?)

lunes, 13 de julio de 2009

Parte de la aventura

Por si las últimas entradas ofrecen una imagen oscura y nebulosa de lo que hay en mi cerebro... he de decir que no es tan grave como parece.

En verdad creo que es muy emocionante elegir un camino. Es parte de la aventura. Tengo ilusión por avanzar en la senda...

Deseos y miedos. Buscando un camino

Vuelvo a poner en práctica aquello de no leer lo que escribo, de dejar fluir los pensamientos.

Floto en un mar de indecisión. A ratos me dejo llevar por la corriente y otras veces nado con todas mis fuerzas. Es difícil decidir un rumbo cuando sólo hay agua alrededor. Igualmente, todos los caminos llevarán a tierra en algún momento, a no ser que nadase en círculos... pero yo no quiero llegar a cualquier paraje. Sería una decepción si volviera al punto de partida. Ya que me he lanzado al mar...

Si vives en el desierto y te gustaría estar en la selva, tienes dos opciones: transformar el desierto en selva o ir directamente a la selva. ¿Qué capacidad de modificar nuestro entorno tenemos? El desierto nunca podrá ser una selva. Si acaso podrás plantar alguna especie xerófila o alguna otra invirtiendo mucha agua. Si te conformas con el paso intermedio, no estará tan mal. Después de todo, hay cosas del desierto a las que estás acostumbrado que echarías de menos.

Aaaaaaaaaaaaaaah!!!! Me da miedo aceptar lo que yo misma estaba buscando. ¿Cuánto afecta el miedo en todo esto? Aaaaaaaaaaaaaaah! Sería muy fácil lanzarse y vencer el miedo, pero ¿cómo identificar lo que es miedo y lo que es un no-quiero real?

Me propuse no escribir ninguna entrada pranoica acerca de esto, pero... la paranoia sale tarde o temprano a la luz...

Y... ¿a quién le interesa esto? A nadie. Y... ¿quién lee esto? Nadie. Entonces perfecto. Simplemente se sumará al resto de pensamientos anónimos que circulan por internet, que también flotan en un mar.

domingo, 12 de julio de 2009

Mudar de piel


Uy, ¿qué me pasa en la espalda? Tengo la piel levantada. Pero... no he estado tomando el sol, no me he quemado. Estiro los brazos hacia delante y arqueo la columna. La piel se abre. Esta envoltura se me está quedando pequeña. Necesito mudar esta piel que me oprime para poder seguir creciendo, aunque me quede desprotegida durante un tiempo.

sábado, 11 de julio de 2009

Somnolencias


Palmadita en la cabeza, palmadita en la cabeza... entreabro los ojos... ¿qué pasa? ¿Quién me ha dado? ¡¡¡Mi parada!!! ¡Me tengo que bajar! Gracias, gracias, gracias... persona anónima despertadora... ¿a quién le digo gracias? No sé, tú sólo sal del vagón de metro o te vas de vuelta para Madrid... o a las cocheras. Ay, casi no puedo abrir los ojos... tengo los párpados pegados. ¿Pero cómo me he podido dormir tan profundamente? Ah, es que es muy tarde... o muy temprano, según se mire. Regusto a libertad y a soledad.

jueves, 9 de julio de 2009

Buenas intenciones


El otro día estaba con C y con G (no doy sus nombres por si quieren ocultar su identidad) dando una vuelta por la calle. Llegamos a un paso de cebra con semáforo de una calzada estrecha y poco concurrida. A nuestro lado apareció una pareja con su hija pequeña. Como el semáforo estaba en rojo, a pesar de que no pasaba ningún coche y parecía absurdo estar esperando en un cruce tan sencillo de cruzar, les dije a C y G: "vamos a esperar, porque cuando hay niños pequeños delante, mejor dar buen ejemplo". Asintieron y esperamos... ¡hasta que nuestros tres compañeros de cruce se adelantaron! ¡Qué palo! ¡Se arrepentirán de lo que hicieron cuando su hijita empiece a delinquir!


*Comentario final exagerado por cortesía de Laquerriza*

miércoles, 8 de julio de 2009

Regañón cara de melón


Durante los últimos años que he estado yendo a la piscina que fue mi segundo hogar en los veranos desde que tengo memoria, siempre he pensado que las cosas han cambiado mucho. No sólo la apariencia del polideportivo, sino también la gente (ahora voy en solitario con un libro, esporádicamente, y ya tan sólo conozco al grupo de mujeres que toman el sol o charlan en la sombra en SU rincón del recinto).

Sin embargo, hay cosas que no cambian. El Señor Regañón no ha cambiado nada. Mismo pelo semi-rizado, misma braga náutica. El Señor Regañón cree que tiene el derecho y el deber de reprender con duras palabras a cualquiera que incumpla alguna norma de la piscina. Este hombre acechaba desde el agua o tras el seto y luego perseguía a los niños que corrían por el borde de la piscina, se tiraban en bomba o pisaban el césped con zapatillas, para reprobar sus acciones. Esta mañana mismo lo he vuelto a ver, amenazando a un chica de unos 20 años con darle un mamporro (literalmente) si la volvía a ver pisando el césped con zapatillas.

Entonces pienso: está bien que todos respetemos unas normas de convivencia, pero, ¿está bien que una persona cualquiera asuma el rol de señalar las malas acciones de los demás? Y si al menos lo hiciera de una manera amable...

Quizás ésta es su forma de sentirse importante, de tener una misión en la vida. Quizás el propio Regañón está luchando por desembarazarse de la losa que su papel conlleva, pero son tantos años ya en el oficio que no es tan fácil... No sé. Lo que sí sé, dejando aparte si es moral o no, es que nunca me ha gustado el Señor Regañón.