Una mañana ociosa en la que bicicleteaba por un agradable parque de mi localidad, me crucé con un un grupo de estudiantes de colegio de en torno a siete años de edad que caminaban en procesión detrás de su profesor. Una excursión didáctico-lúdica. Cantaban todos, repitiendo lo que el maestro voceaba: "¡un, dos, tres cuatro!"
Hasta ahí todo normal. La sorpresa llegó cuando el profesor dejó de cantar y los niños comenzaron a interpretar su propia canción:
"¡Alcohooool, alcohooool, alcohol-alcohol-alcohoooool!
¡Hemos venido a emborracharnos...!"
Angelicos. Anonadada me hallo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario