domingo, 19 de abril de 2009

Mi primer viaje a China


Los primeros recuerdos que conservo de mi viaje a China toman forma en una plaza de una gran ciudad. La atmósfera era gris y la elevada humedad apenas me permitía respirar. La situación era realmente angustiante. Sin embargo, predominaba mi visión optimista.


- Pasarán unos días hasta que me acostumbre a este clima, pensé.


Había leído en la guía que en aquella plaza se exhibía una escultura de unas tijeras que se movían a vapor. Entre la niebla surgió la figura de unas tijeras elaboradas con materiales reciclados, conectadas a unos finos tubos por los que supuse que era conducido el gas que imprimía movimiento a la escultura. Conectada a los conductos existía una serie de columpios y minúsculas atracciones de feria en línea que se balanceaban gracias al gas, el cual ejercía su efecto sobre unas bielas -todo esto no lo podía ver, pero lo intuí al recordar mi libro de tecnología de primero de bachillerato. Encaramados a los minúsculos columpios y caballitos de tiovivo se situaban unos niños chinos tan pequeños que parecían de juguete. Tenían una cabeza desproporcionadamente más grande que su tronco y extremidades y unos enormes ojos rasgados. Yo observaba embobada el mecanismo que se suponía les proporcionaba diversión. Digo que se suponía, porque más bien parecían obligados a estar perpetuamente formando parte del conjunto escultórico y ni un leve esbozo de sonrisa se percibía en sus rostros.


La siguiente escena que recuerdo de mi viaje se funde en un entorno de exuberante vegetación cerca de un lago. La palabra que mejor define las sensaciones que me produjo aquel insólito lugar es fascinación. Anduve hasta aproximarme al lago para observar, absorta, unas gigantescas estructuras vegetales a modo de inflorescencia que iban a dar a la orilla. Si alguien fuera capaz de disponer decenas de ojos de caracol veinte veces aumentados a lo largo de un eje y teñirlos de fucsia, se parecería bastante a las proyecciones de aquella planta. Dichas estructuras se movían, se enroscaban sobre sí mismas.

¡Planta carnívora!


En ese instante desvió mi atención un hipnótico cantar, muy suave pero muy perturbador. Provenía del lago. Eran unos peces de forma similar a la de una sardina pero del tamaño de un tiburón. Calculo que eran unos diez y ondulaban sus cuerpos acompasadamente. Podría verlos nítidamente a todos ellos. Tenían un aspecto absolutamente pacífico y parecía que conversaran conmigo a través de sus redondos y brillantes ojos.

- Ah...son de esos peces a los que se les pide deseos. ¡Quiero pedir un deseo!

Sentí que no quería abandonar aquel lugar nunca. Hubiera cambiado mil de las archiconocidas encinas con su respectivo cortejo florístico por poder contemplar siempre aquellas flores, aquellos peces, aquellos increíbles parajes que todavía no había descubierto...

En este punto se diluyen mis recuerdos de aquel viaje tan especial que me dejó tan gratas sensaciones...
* * *
Eeeeh... siento romper la "magia" si es que la había. Sí, fue un sueño.

1 comentario:

Maika dijo...

Niños chinos con cuerpo de chupa chups condenados a estar montados eternamente en una atracción con forma de tijera?? tiburones-sardina a los q se piden deseos????

Querida deja de tomar lo q estes tomando q no te está sentando muy bien!! jjajaja